¿Qué es meditar? Reflexiones sobre la meditación

La meditación es tu estado natural. Es un regreso al centro de ti mismo. Un regreso en el que no se ha de recorrer un espacio o tiempo para volver a él. Es un regreso a lo siempre presente. Una toma de conciencia que se abre a lo que hay ahora aquí. ¿Y cómo me relaciono con lo que hay aquí ahora? La mente tiende a reaccionar y a aceptar o rechazar la experiencia según sea de su conveniencia o no. Esto genera una continua lucha interior por vivir la experiencia que deseamos y que proyectamos en nuestra mente. Pero la relación natural con el momento presente es aquella que acoge todo el espacio de la conciencia.

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Uno está abierto y acepta todo el acontecer de la vida. Aceptar significar tomar conciencia de ello. Negar la realidad, lo que vemos, sentimos, percibimos… solamente añade más conflicto. Aceptar la vida es verla tal cual es, sin añadirle o quitarle nada. La conciencia es un espacio abierto y vacío que permite que todo sea como es. La meditación es la sincronía con ese estado de conciencia. Es la visión natural, momento a momento, de este surgir que llamamos presente. Esta visión todo lo contiene, incluso al yo haciendo o no haciendo. Sea lo que sea, el movimiento o la quietud, fluyen como la vida y la visión natural observa tal acontecer sin intervenir. Atestiguando. Siendo Uno con todo lo que hay y con todo lo que Es.

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Meditar supone mantener una atención consciente y plena del momento presente. Su práctica facilita el completo desarrollo de esta capacidad natural en el individuo.

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La meditación es un estado de conciencia del ser que se caracteriza por la ausencia de lucha, donde todo conflicto se encuentra ausente. Cuando el conflicto aparece deja inmediatamente de llamarse conflicto si realmente hay meditación, y se convierte en un objeto más de observación, que se acoge sin identificarnos con él, sin otorgarle identidad.

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A mayor identificación con los pensamientos mayor fuerza de la identificación con el ego, a menor identificación con los pensamientos menor identificación con el ego y, por tanto, disminuye la recurrencia de la aparición de los pensamientos, al disminuir su fuerza o importancia. En la meditación hay menor identificación con el ego y con sus pensamientos, se establece una observación sin juicios, sin apego al pensamiento que aparece, y de esta manera los pensamientos repetitivos y egoicos, que son la fuente de todo conflicto, se disipan, porque se han debilitado, al igual que la identificación con el ego. La mente y el ego quieren controlar, de ahí el sufrimiento ante la imposibilidad de controlar la vida.

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Querer controlar equivale a tensión, dejar de controlar equivale a relajación. Y entonces todo fluye. Sin conflicto. Sin lucha. Fluye porque es la única manera natural y verdadera de ser, el resto solo son ilusiones, apegos, falsas identificaciones. Al dejar libre al ego de su necesidad de controlar florece el ser, que se expresa en lo espontáneo, en la conciencia plena de ser. Y eso es meditación. Dejar que la vida sea. En la más pura inocencia. Solamente relajarse. Y entonces todo habla por sí mismo, sin palabras. En la más auténtica comprensión. Aquella que no juzga, aquella que contempla tal cual este instante.

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La meditación nos devuelve a un estado de presencia silenciosa y atenta, de calma y quietud mental capaz de ubicarnos en el ahora.

​Es, por tanto, meditar, regresar a un estado natural de nuestro ser, un ser sereno, que aprende a mirar desde una visión de observador, sin juicios, que le permite mantenerse en un centro sosegado, sin ser perturbado por los habituales pensamientos y emociones que surgen en el día a día.

No quiere decirse que éstos desaparezcan, pero sí cambia nuestra relación con ellos, con los pensamientos, con las emociones, siendo capaces de situarnos en una visión de testigo, ecuánime y consciente, que nos permita integrar sin enjuiciar, acoger sin luchar. Ser con todo, sin conflicto, sin tensiones... Desde la paz verdadera que somos.

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Meditar es el arte de estar aquí y ahora, el arte de que la atención se pose y habite en el momento presente. Un arte que -en su máxima expresión- no puede ser forzado: es natural, inocente, completamente virgen; como la esencia atemporal con la que trata: el ahora.

Del libro: "Meditación esencial", de José Manuel Martínez Sánchez

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