Prana Blog
Un blog de José Manuel Martínez Sánchez
Existe un Ser maravilloso, perfecto. El Tao es humilde, no reclama nada para sí. Nosotros podemos seguir su estela mirando su no comienzo, su poder libre de todo añadido que quisiéramos añadir, pues sólo se reconoce en esa humildad que no se puede agarrar, ni sostener, acaso ser sostenidos por ella vibrando en el vacío de su unidad intangible e inocente a través del Qi Gong Li, o habilidad del soplo que posibilita la unidad. J.L. Padilla nos da la siguiente traducción de Qi Gong Li: “El trabajo de la respiración que posibilita el fortalecimiento de la salud” o el “Arte o la habilidad de, a partir del soplo, mantener la fuerza”. Qi significa “soplo”, Gong, “habilidad” y Li, “unidad” o fuerza unificadora. Volver, por tanto, a la fuerza original y para ello, vaciarse, dejarse llevar por esta fuerza, permitir humildemente que ella nos reconduzca hacia la Fuente. El Qi Gong es el arte sanador del espíritu, es la senda de conexión con el “soplo vivificante” y el reconocimiento de su fuerza, no nuestra, sino de su origen misterioso. Es un camino hacia la salud y armonía de espíritu, una manera de contemplar el estado de Tao y fundirse con él, de dejar a un lado la idea de fuerza individual y pasar a formar parte de la Fuerza, como servidores de su Mismidad. Ella misma es la Suprema Sabiduría, la que otorga la libertad del vuelo y la senda que la orienta, la que abre los caminos y despeja las nubes, permitiendo la visión clara, la unicidad abierta y receptiva, y nos permite ser servidores de una fuerza mayor que nos sostiene sin pedirnos nada a cambio, solamente que abramos los ojos en el reconocimiento sincero de que ella es nuestra propia esencia eterna. En la vacuidad podemos ser contenidos por la Fuerza Misteriosa, vacíos de nosotros mismos, de esa energía entendida como fuerza individual que se separa de la Fuente. Dejando ese espacio hueco, vacío, permitimos que lo eterno irradie y se extienda en nosotros, como el universo y las estrellas. Toda la luz y oscuridad, el movimiento y la quietud entran en ese espacio que está más allá de todo, inmanifestado, innombrable. La proximidad de la “Nada” es la vacuidad, o –por decirlo en otras palabras- la vacuidad es la Fuerza circundante de la Nada”. Ese vacío, esa “Nada”, o esa Fuerza alrededor de la “Nada” es lo que va a permitir ser creativo, porque justamente la obra creadora, la Creación, es aquella que se sucede a partir de la Nada. No se puede retener lo que es libre en esencia; el Amor, lo que viene del Cielo. Sólo nos abrimos receptivos a su escucha, le tendemos la mano con una humilde inclinación de reverencia, para así descubrir el regalo insondable de su Realidad Creadora, de su música callada y sensible. El Qi Gong es el arte de ese movimiento sutil que danza con la Esencia en entrega sanadora, el movimiento de la vida, el soplo vivificante de todo lo creado. En comunión de gozo con el soplo, el qi (chi) o prana, nos unificamos con la raíz de lo vivo y miramos, como las ramas del árbol, al cielo que se alza sobre nosotros. La habilidad del movimiento del Qi es, básicamente, el arte de vivir, supone la armonía y sincronía con la Naturaleza, el regreso al hogar que creíamos haber abandonado, el Ser. “Sin esfuerzo, de forma natural, es el estado más alto”, dijo el sabio hindú Nisargadatta. No hay otro modo de fluir con la vida que despojándonos de todo obstáculo que nos impida ser Uno con el fluir de la vida misma, ser Uno con el Todo. En la vacuidad somos servidores de lo Alto, vibramos en la nota que la Creación ha dispuesto para nosotros, y permitimos la Armonía Universal. Un canal vacío permite el paso completo de la luz, de la energía, del amor en consonancia con su fuerza original, con su sentido y dirección, con su causa y destino.
Que la danza del vacío nos llene y enamore de la luz celeste vital en cada respiración, devolviéndola al Universo, en constante y eterno Soplo de gratitud, paz y amor sincero. José Manuel Martínez Sánchez
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