Prana Blog
Un blog de José Manuel Martínez Sánchez
Fragmentos del libro La luz de la conciencia. Palabras desde la no dualidad, de José Manuel Martínez SánchezLa luz de la conciencia es un libro sobre no dualidad (advaita en la tradición hindú del vedanta). Un libro en el que José Manuel Martínez Sánchez, en tono poético y místico, profundiza en la indagación espiritual del ser, la meditación no dual, la verdad, el amor, la eternidad, la conciencia y tantos otros temas universales. LUZ DE LA CONCIENCIA Meditar es encender la luz de la conciencia, arribar a la claridad del ser y a la verdad de aquello que somos. Accedemos al principio de todo, al origen y a la esencia de la vida. Cada instante de meditación es el comienzo del comenzar, la contemplación del aire en el alma, del aire en el ahora, del amor. Meditar significa un fundirse en el espacio de la totalidad, en la gracia de lo amplio, en la gracia de lo eterno. Lo que acontece no puede narrarse ni describirse por medio del lenguaje; acontece un océano sin tiempo, una dicha profunda bañada por el aroma de lo cierto. Tiene lugar el encuentro, el regreso al hogar verdadero. Tiene lugar la entrega al Ser, el ofrecimiento de la parte a su todo inconmensurable, donde el alma -en su realidad de unión inseparable- es el origen sin fin de la bienaventuranza, la compasión y la felicidad que deviene de Ser Uno con la luz de la conciencia y el amor. LA LIBERTAD DE MEDITAR Meditar implica abrazar la libertad, igual que si abrazáramos el aire, supone ser uno con el todo, ser capaces de ser sin partir o ir hacia un fin en particular, ser solamente por el hecho de ser, vivir solamente por el hecho de vivir. Sin nada a cuestas, sin el peso del pasado o del futuro, la presencia del ahora es el hecho de la libertad. No hay nada que buscar para el hallazgo de la totalidad, entonces, el buscador comprende que él mismo era el esfuerzo de la búsqueda, la energía que miraba constantemente hacia fuera en busca de algo se estabiliza en sí misma al ver claramente el motivo, la razón, de su búsqueda: uno mismo. Y en esa toma de conciencia, natural y espontánea, uno ya ha encontrado lo que buscaba y queda, por tanto, liberado de toda búsqueda. AMOR SIN BARRERAS Cuando la vida se hace una, cuando no necesitamos de la mente para construir al yo, aparece la experiencia del “yo real”: aquel que no necesita de nada para existir, sino que es existencia auténtica en todo momento. La más grande sencillez de la experiencia muestra la esencia de lo que somos, pues en ella se realiza, sin medio o apoyo secundario alguno. Llegar ahí, de forma directa, es también el paso más sencillo que podemos dar, y quizá el más valiente (ya que supone abandonar el ego, con todos sus deseos de devenir) teniendo lugar la conciencia de presencia, aquella que se integra con la realidad universal en donde todos los fenómenos están surgiendo al ritmo de la vastedad del misterio interior, el gran descubrimiento silente: la esencia nuestra; el origen que da luz a todo y al que nos unimos como amante y amado fundidos en el Amor mismo. La vivencia del amor es lo que verdaderamente nos hace plenos, pues consiste en vivir aquello que somos. UNA DICHA RADIANTE DE SER La vida, en su canto dichoso, proclama la verdad a cada instante. Más directo que el instante incluso es el ahora, este aquí sin tiempo y de realidad total e inigualable. Ya eres todo. Tú eres la paz. Tú estás aquí antes que la mente y el mundo. Eres el testigo que todo lo presencia, testigo silente e inamovible que es paz perpetua, conciencia desnuda, rebosante reposo de amor y luz. Abraza esta dicha, la dicha de Ser lo que eternamente nunca has dejado de Ser. La verdad nunca puede ser borrada por las apariencias, la verdad siempre resplandece. Sólo hay que mirar adentro, desde el corazón, desde el amor que confía en su Ser, en su pálpito natural, en su sentido íntimo, para ver lo que Somos, lo evidente. Qué gran paz es esa: amar al amor, a ti mismo, a tu Ser. ¿Cómo no abrazar la totalidad? ¿Cómo no escuchar esa canción de amor que pronuncia constante tu nombre? ¿Cómo no navegar por ese mar calmo que hace bailar al alma en sereno oleaje de silencio? La dicha de ser te abraza siempre en la conciencia. Entrégate pues, sin reservas, a ella. Y encontrarás mucho amor, infinito amor, un amor que ama naturalmente, como un sol radiante, derramando vida y luz ilimitadas. NACIMIENTO Estás aquí en este momento. No hay historia, tu historia es ahora. Lo demás no está aquí. Mira este instante sin mirar atrás: porque este ahora es el momento eterno de tu nacimiento. EL MEDITADOR El meditador sabe que en el fondo de su alma se encuentra un silencio; y también conoce –y se le desvela- la sílaba sagrada del comienzo, aquella que se abre a la conciencia y surca los mares de la quietud, entrelazando su ánimo con la dicha serena y el amor. El corazón del meditador late en apertura al ahora, se unifica en un saber que todo lo contiene, de donde nace todo lo posible: el espacio infinito del ser intensamente observado, las aguas cristalinas de la visión interior reposando en la región flotante de lo etéreo, de lo inabarcable, de lo intangible... donde afloran la luz y los fenómenos que sueñan soñarse a través de su lúcida vigilia. Y reconoce en el silencio a esa luz misma que da forma al mundo, al sol y a sus sonoros amaneceres en expansión. El meditador despierta a la luz del ser y camina junto a ella, hallando las formas nacientes que dan vida al ritmo del mundo, siendo testigo de ello, como aire que se suspira a sí mismo y vuela libre en su eterna dimensión de espacio fluyente, de tiempo abierto al sin fin de su ahora, siendo consciencia asentada en su gozo de clara bienaventuranza. DIOS ES AMOR El amor nos lleva hacia nosotros mismos, es la fuente de nuestro corazón y de nuestro ser, en él está todo, todo aquello que somos, todo aquello que vive en la conciencia nuestra. Somos algo que trasciende formas, nombres, tiempo, espacio... Nuestro corazón es una partícula de lo infinito y a su vez es todo lo infinito, pues ni siquiera lo infinito puede dividirse, ni siquiera una partícula es menos que su todo. Ahí dentro, en nosotros, en la conciencia, está contenido el universo. Dios está ahí, en el ser que late interiormente, al que estamos conectados, unidos, en comunión con una misma dimensión total y eterna. En conexión con Él, el amor y la paz brillan como la luz del sol. Nosotros somos esa luz que ilumina el mundo: la vida, la luz del amor. Ama tu vida, ama lo que eres y el mundo en que vives ahora, todo eso es Dios, y entonces, allí donde pongas tu amor nunca habrá error, siempre estarás viéndolo a Él, amándolo a Él, amándote a Ti. MISTERIO INCESANTE DE SER Lo que eres es siempre libre, incondicionado. Nunca ha nacido, es fresco, es un misterio que aparece ante nosotros. Y, ante el misterio, queda la sorpresa mística, el abrazo y la rendición absoluta a esa luz que te nombra silenciosamente, que palpita en el amor, en el calor del ser, como raíz que brota de una tierra pura y virgen. Nada se puede decir del misterio gozoso de ser, pero se conoce, se siente, se saborea, se intuye y se escucha, se comprende, se ve, se huele y se respira... Es tu fragancia la que inspiras, a cada momento, naciendo, refrescándose, renovándose con la vida. Nunca ha nacido ni podrá morir aquello que es eterno, aquello que no pertenece al tiempo, sino a la realidad. El misterio hace amante del vivir a su testigo, amante hechizado por el susurro íntimo de la luz siempre nueva del silencio creativo, del surgir espontáneo sin segundo, sin tiempo, de amor avivado incesante. VIVIR AHORA Vivir ahora, no ser más de lo que ya soy, nada más que lo que siempre he sido. Vida ahora, no mañana ni luego, sólo este momento es el único en que estoy y donde todo lo que está no es mío. Esa es mi gran posesión, ser dueño de la nada, libre en mi libertad que nada pide, ni busca, ni ordena o reclama. Vivir ahora es lo que está aquí, no es una demanda sino un hecho que tampoco se identifica conmigo: solamente es. Este yo que habla en primera persona pasa como las nubes. Nada más que Conciencia queda, lo demás arde y se marcha sin ser visto por nadie. El mar está en calma, duermen las olas en la noche. NO DUALIDAD ¿Quién soy yo? Yo soy el que observa y lo observado es lo que soy. No hay separación, todo es conciencia. Asimismo, la conciencia no depende de lo observado ni del observador para existir, no se fundamenta en ello. Descansa sin mácula en la imperturbabilidad. Es su naturaleza ser libre: es la libertad; en su intocada, atemporal y lúcida transparencia. No está atada a ningún objeto concreto de la percepción, sino que es la revelación de la totalidad. Y esa apercepción es la del ser, la del instante, de donde surge el fulgor de la conciencia ilimitada, aquí y ahora, en la conciencia de “Yo Soy”. ¿Y dónde se encuentra ese conciencia original, libre y completa? No hay que buscarla -el movimiento aquí no tiene lugar- solamente hay que presenciarla, pues está aquí mismo, donde tú estás. Esa conciencia eres tú. NO HAY ESFUERZO EN LA MEDITACIÓN No hay esfuerzo en la meditación. Al ver esto, la luz aparece sola. Sólo sé consciente de ti, respira, observa todo tu ser, déjate llevar, sencillamente, de forma natural, y todo llega. A veces sentimos que conocerse a uno mismo puede resultar una tarea ardua y costosa, pero es precisamente todo lo contrario. Cuanto más impedimentos pone nuestra mente, más nos alejamos de esa sencilla realidad que consiste en establecerse únicamente en el ahora con todo el ser. No tenemos que hacer nada, la vida funciona sola, hagamos o no hagamos lo que pensamos que tenemos que hacer, el hacer es sólo una ilusión que creemos realizar, es la ilusión del ego, la de un ‘alguien’ que realiza. El ser siempre está ahí y observarlo, sentirlo, respirarlo, es ya la mayor realización. Posiblemente somos muy exigentes, se espera una transformación radical, unas circunstancias completamente idóneas para lograr el anhelo de la felicidad, pero todo eso no es real: la única cosa idónea es que tú estés presente en este momento, despierto en ti mismo y consciente de lo que sucede. Si eres consciente, eres libre; y si eres libre nada te puede impedir ser lo que eres: ahora, aquí, en este preciso momento. TESTIGO DE LA CONCIENCIA El testigo no interviene, simplemente observa. No elige lo que observa, sino que es en lo que acontece. Él no se mueve, permanece continuamente en la quietud pura y aunque los fenómenos se muevan en torno a él, nada perturba su quietud, su estática vigilancia. Con todo parece moverse, en conmovedor éxtasis, pero siempre desde su centro inconmovible. Realmente parece actuar, pero sin perturbarse, sin que el acto modifique su calma intrínseca, la cual va ligada a su esencia. Su conciencia da luz a todas las cosas y así nunca se deslumbra, pues esa luz parte de él (de su ser) y la oscuridad se borra a su paso, sin poder tocarle. Él es el gran testigo, el faro que alumbra a la conciencia. FLUYENDO Al sentir y escuchar el río de la vida, mi cuerpo se vuelve uno fluyendo al compás de su ritmo natural. Abrazo el palpitar del agua dejándola irse, traspasarme, recorrerme invisible y pura, inocente, hasta llenarme de ella, saciando mi sed con la frescura de su manantial sereno. El río de la vida fluye: su música conmueve al aire. Ver ficha y/o comprar este libro en Amazon
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